Cuando el amor es ya ceniza,
ningún fuego que proviniera
del amante rechazado es
suficiente para volverlo
a encender. A menos que la
estrategia del rompimiento
lo grite con inusitada
desesperación, que los ojos
exhiben con desmesura, ¡Ay!
su luto, a menos que la voz
en un hilo profane con
oraciones debilitadas
su entorno repetidamente
desgastado, inútil, nuboso,
pretendidamente piadoso.
Víctor Roura
Hormigueando
El Financiero 06/feb/09
viernes
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