Se estrella un automóvil, a la salida de Moscú. El conductor emerge de desastre y gime:
Mi Mercedes, mi Mercedes...
Alguien le dice:
Pero señor...¿Qué importa el auto!¿No ve que ha perdido el brazo?
Y mirándose el muñón sangrante, el hombre llora:
¡Mi Rolex!...¡Mi Rolex!
Tomado del libro Patas Arriba de Eduardo Galeano
lunes
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